2.1.09




Probablemente no habíamos sabido nada el uno del otro. Una incapacidad de comunicación nos había mantenido a prudente distancia, postergando siempre el intercambio franco, generoso, para el cual, por otras razones, estábamos bien dotados. Ahora él estaba allí, rígido, ni siquiera en paz, ni siquiera definitivamente muerto, y toda consideración era ya inútil, por lo menos tan inútil como puede parecer un brillante alegato cuando ya ha vencido sin remedio la última de las prórrogas.

No hay comentarios: